LIBRO: Un Árbol Crece en Brooklyn

UN  ARBOL  CRECE  EN  BROOKLYN

Betty Smith

Editorial  Lumen

Esta es una novela que fue publicada en 1943 y tuvo mucho éxito, tanto que fue convertida en película. En la película debutó como director  Elia Kazán.

El título del libro hace referencia a un árbol que crece en los barrios más pobres de la ciudad, árboles que se aferran a la vida aún cuando la civilización se les echa encima. La protagonista de este libro, la pequeña Francie Nolan que tiene 10 años, lee a la sombra de uno de estos árboles.

Francie es hija de padres nacidos en EUA, y de abuelos inmigrantes (irlandeses por parte del padre, austríacos por parte de la madre). El padre es un borracho encantador, que hubiera querido dedicarse al canto y el baile, pero al ser marido y padre tiene que ponerse a trabajar…lo que hace de vez en cuando. Katie, la madre, se la pasa trabajando haciendo la limpieza del edificio donde viven, siendo la portera y lavando ajeno para poder sacar adelante a su familia. Y sacar adelante es: que no mueran de hambre y frío. El libro muestra la vida difícil de los inmigrantes de principios del siglo XX, el cómo debían arreglárselas sin doctores, sin medicinas (las argucias de Katie para que sus niños no se enfermaran ni se les pegaran los piojos en la escuela los aislaban pues los mandaba a la escuela con un collar de ajos, o les frotaba la cabeza con querosene y nadie se les acercaba por el olor que despedían…), las escuelas sobrepobladas y un largo etcétera.

La madre de Katie es una mujer analfabeta, Katie sabe leer pero no fue a la escuela.Cuando Francie nace la abuela de la niña le dice a Katie que para que salga adelante deberá leerle las obras de Shakespeare y la Biblia.Y hacer que vaya a la escuela. Así que en casa de los Nolan, todos los días se leen dos páginas de Shakespeare y la Biblia.

Francie, al igual que ese árbol, se aferra a la vida; el ejemplo de tenacidad y honradez de su madre y su  propia educación, le darán las armas para  superarse.

Sobre la lectura dice: “Son mágicos los instantes en que un niño se entera de que puede leer las palabras impresas. Durante un tiempo, Francie sólo sabía pronunciar las letras una a una, para juntar los sonidos y formar una palabra. Pero un día, mientras hojeaba un libro, la palabra “ratón” se le apareció entera y de inmediato adquirió sentido. Miró la palabra y la imagen de un ratón gris se estampó en su cabeza. Siguió leyendo y cuando entrevió la palabra “caballo” oyó los golpes de sus cascos en el suelo y vió el sol resplandecer en sus crines. La palabra “corriendo” la golpeó de repente, y ella empezó a jadear, como si de verdad hubiese estado corriendo. La barrera entre el sonido de cada letra y el sentido de una palabra entera se había caído. Ahora, con un simple vistazo, la palabra impresa le revelaba su sentido. Leyó rápidamente unas páginas y estuvo a punto de desmayarse de la emoción. Quería gritarlo al mundo entero: ¡sabía leer! ¡sabía leer! …a partir de entonces el mundo se hace suyo a través de las lecturas. Nunca más se sentiría sola, nunca más añoraría la compañía de un amigo querido. Los libros se volvieron sus únicos aliados. Había uno para cada momento: los de poesía eran compañeros tranquilos, los de aventuras eran bienvenidos cuando se aburría, y las biografías cuando deseaba conocer a alguien”